El desierto.
La cara. Las caras del desierto.
Todo lo que reúne esa palabra de terrible
y también de magia y de misterio.
El laberinto del desierto desnudo y todopoderoso,
como llamaron Sherezade y Borges a cualquier desierto solar,
africano o asiático o americano.
Y más acá de Níjar, de Tombstone, de Assuan,
el desierto nos lijó las plantas.
Hacía rodar el viento las alzas desprendidas.
La fosca luz de puro grande era tiniebla.
Fernando Quiñones ("Los trabajos y los días. Campos de Níjar")